No se si ya lo comenté antes, pero da igual, lo repetiré. Hace poco que me apunté a un taller de escritura para relatos cortos, donde me están enseñando algunas técnicas. Llevo 3 nada más, pero ya he entregado un relato, y me lo han corregido. Dice el profesor (que es autor de libros también, todo haya que decirlo) que voy muy rápido en algunas partes, y muy bien en otras.
A lo que vamos. El texto tenía que ser sobre un hombre, en Chejov (una parte de Montecarlo, que está en Mónaco, si mal no recuerdo), que gana un millón de dolares en un casino, llega a casa y se suicida. Sobre eso teníamos que montar un relato. El mío, como no, es de ciencia ficción, pero no me extendí mucho, y reconozco que tengo otros mejores (lo mío no es escribir, aunque lo intento). Aquí va:
Joseph salió de su trabajo a mediodía. Acción sol espléndido, deslumbrante, a pesar de ser finales de otoño. De camino a casa estuvo mirando los extravagantes escaparates de las tiendas de moda. “No todo el mundo tiene buen gusto”, murmulló, poco antes de llegar a la plaza principal. Se paró seco. Con una sonrisa perturbadoramente alegre, rozando la inconsciencia, desechó la idea de tomar el camino de la izquierda, el cual le llevaría en menos de diez minutos a su casa. Decidió seguir todo recto.
Unas decenas de metros después, observó una edificación, majestuosamente colorida. Tanto, que entró en ella. Se tratarán de un casino. Sabía que Montecarlo estaba plagada de casinos, pero no tuvo nunca especial interés, solo por echar el rato. Con su paso altivo y decidido, se acercó a la ruleta más próxima. Apostó 400000 dólares, algo que su sueldo de ejecutivo podía permitirle.
-Todo al número… -se calló. ¿Que día es hoy?
-28, Señor -respondió el encargado.
-Todo al número 28 -exclamó, despreocupado.
Nadie se extrañó. Por aquellos lugares, no era raro estar borracho… Después de musitar algo, el encargado giro la ruleta, y se quedó pensando. Miró por primera vez tuvo el dinero apostado. Si aceptaban… La ruleta estaba decelerando, cuando la bola iba por el número 25, 26,27…
-¡Premio para el 28! -exclamó el encargado.
Atónito, Joseph contó el dinero. ¡Un millón y pico de dólares! Cogió el dinero y salió precipitadamente del local.
Retomando el camino de vuelta a casa, Pensó acerca de lo que haría con su dinero. “Construiré en una tienda de muebles; no, mejor: una tienda de coches y una fábrica también”, divagó. Y llegó a la izquierda, y continuó sobre todo hacia su casa. Y la laguna -20. Sacó las llaves, abrió la puerta, subió las escaleras y a… Notó algo extraño. Parecía que había algo, o alguien.
-Hola, Joseph -dijo la voz de la penumbra del salón.
-¿Qui-quién es? -respondió el tembloroso dueño.
-Vamos, Joseph, sabes de sobra quien soy -respondió su desconocido hablante.
El ser que le respondió, se levantó, caminó con paso lento hacia el interruptor y encendió las luces.
-¿Y ahora?
Una sensación de asombro y de terror recorrió el cuerpo de Joseph. Resultó ser que…
-¿Eres… uo? ¡No puede ser!
-Lo siento, pero no vengo hablar. Mi misión es sólo matarte -a la vez que terminaba de pronunciar esta última palabra, sacó de su bolsillo de izquierdo una pistola, con la que apuntó a su otro yo. Este, se percató rápidamente y empujó con una patada el sillón que entre ambos se encontraba. Joseph del futuro, sorprendido, soltó la pistola, que cayó debajo de algún mueble.
-No es posible. ¿Quién eres? ¿Por qué quieres matarme? -preguntó, a la vez que se abalanzó contra su atacante.
Este le esquivó con gracia, y de una patada en las piernas lo tumbó al suelo.
-Ya te he dicho quién soy, Joseph, pero te resistes a creerme. La razón, es ese millón de dólares –comentó sin preocupación mientras sacaba de su bolsillo derecho una afilada daga. Fabricarás coches, sí, pero cuando empiece la guerra, desarrollarás el arma más mortífera del mundo.
-¿Guerra? ¡No hay ninguna maldita guerra, maníaco asesino!
-No te preocupes, Joseph, la habrá –mencionó, mientras se abalanzaba a dar el golpe final.
-¡Puedo cambiar! ¡Te lo prometo!
-A mí no me engañas otra vez. He ido meses saltando a través del tiempo, una y otra vez, y nunca me haces caso. ¿Por qué iba a ser diferente? Lo siento, Jospeh, a mí también me duele –y sin contemplaciones, clavó la daga justo en el corazón de su alter ego. En el mismo momento, el asesino se esfumó, como si nunca hubiera existido
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