sábado, 24 de abril de 2010

La radiografía

Supongo que, cuando alguien va a hacerse una radiografía, alguna vez se ha preguntado: ¿es realmente seguro que te bombardeen con partículas? ¿Por qué los médicos se protegen y nosotros no? Sí, claro, ellos se expondrían más al tener que atender a todos los pacientes, pero ¿acaso no basta una molécula con ADN defectuoso para provocar cáncer?


Estaba en sala de espera. Las gotas de sudor frío corrían desde la cabellera, pasaban por la sien y dibujaba el contorno de la cara, cayendo finalmente sobre las manos. "Señor Molina, por favor, pase". Me levanto, entro en la oscura sala. Una mesa blanca reluce al fondo a la derecha, y encima un objeto un tanto extraño, con una gran pantalla negra,conectada a un gran tubo metálico que se perdía en el techo de la habitación. "Túmbese". "Póngase cómodo". "Doctor, ¿es peligrosa la radiación?". "No hay ningún peligro", me aseguró tras la pared de plomo. Entonces el artefacto empezó a funcionar. No se oía nada en la sala. Pero dentro de mi cabeza todo era un ebullidero de zumbidos inauditos, procedentes de todos los rincones. El sordo zumbido aumentaba de intensidad, y mi cuerpo deseaba salir de aquel duro lecho de muerte y escapar. "No hay ningún peligro", decía tras la barrera de plomo. Miraba a un lado y a otro. Tenía que huir de allí. Me diagnosticarían cáncer, pero para entonces ya sería demasiado tarde. De pronto, el ruido cesó. "Póngase en pie. Voy a por el informe". Yo me palpaba el tórax, intentando averiguar dónde nacería el tumor maligno del cual moriría. "Su radiografía". "Gracias". Salí de allí sin saber si los mareos que me acechaban eran por la radiación o por el miedo.

1 comentario:

  1. A mi me pasa eso con el dentista. Cuando va a sacarme una muela pienso si no sacará todo el esqueleto.

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