lunes, 1 de noviembre de 2010

La parada de Alicia

Cómo se nota segundo de bachillerato por este blog... Aún tengo una entrada en borrador desde finales de septiembre. Sí, soy perezoso: cuando termino de estudiar, me gusta ver algunos vídeos, consultar mi Tuenti y mi Twitter y jugar a la play... El viernes pasado me llamaron de la Biblioteca Provincial de Córdoba, anunciándome que, con mi relato de un final alternativo de Alicia en el País de las Maravillas (más bien una historia entera, pero bueno, también cabía esa posibilidad en las bases), había ganado el segundo premio, 100 € en material literario. ¿Alguna sugerencia? El problema es que hace poco fue la Feria del libro antiguo y me compré Un Mundo Feliz y El Proceso por 5 € en total, y aún tengo por leer (prestado de un amigo) Sinsajo, la tercera parte de Los Juegos del Hambre, y para finales de este mes me han mandado en el instituto San Manuel Bueno, mártir y Los Girasoles Ciegos :( En fin, espero que disfruten con el cuento

Alicia era una niña de diez años que pasaba todas las tardes delante del televisor hasta que su padre volvía por la noche de trabajar. Un día estaba viendo su serie preferida cuando un conejo blanco con chaqueta apareció en la pantalla. De su bolsilló sacó un reloj dorado muy brillante.
-¡Llego tarde, llego tarde, y yo no puedo llegar tarde! -gritó angustiado el conejo.
A Alicia esto no le hubiera llamado la atención de no ser porque saltó del televisor y se puso a dar vueltas por la casa. El conejo salió por la ventana y bajó a toda mecha la calle. Sin pensárselo dos veces, Alicia cogió sus zapatos y la ropa del cole y fue en busca del conejo. Estuvo persiguiéndolo un buen tiempo hasta que llegó a una estación abandonada. El conejo subió en un tren que estaba parado.
-¡Todos al tren! - anunció desde la puerta y acto seguido, entró.

Puesto que no había nadie por los alrededores, Alicia decidió entrar. Lo que vió allí la asombró. Aquel tren estaba lleno de personas con gustos muy diferentes: romanos, indios, personas del siglo XIX y bueno, también había gente normal. Se acercó a un grupo que estaba en la ventana, y con prudencia preguntó.
-Perdónenme señores... ¿han visto ustedes a un conejo blanco pasar por aquí?
-Vive Dios que no lo hemos visto, niña -dijo con grandilocuencia un hombre levantando el sombrero que le tapaba la cara, manoseando su estirado bigote.
-Tenemos cosas más importantes que hacer -respondió abruptamente otro, sacando un reloj del bolsillo y enseñándomelo.- ¿Ves? Ya he perdido dos días y tres cuartos. Otro desviación en mi recorrido, y llegaré tarde a Suez, no podré coger el barco y perderé la apuesta -se quedó mirando la ventana, con un prado verde que se veía a lo lejos.
-Oiga, relájese – dijo un muchacho, o eso parecía, pues era realmente pequeño aunque parecía mayor. Si usted llega tarde, sólo pierde una apuesta. ¿Ve esto? -y enseño un anillo que tenía en una cadena colgado al cuello.- Cada minuto que pierdo, esos terribles orcos pueden estar arrasando aldeas enteras... incluso acechándome sin que lo sepa.
-Entonces, ¿por aquí no ha pasado el conejo? -dijo Alicia retomando el tema inicial
-Elemental, mi querida niña -responde el hombre que quedaba por hablar. Portaba también un gorro bastante extraño pero diferente al del primer hombre, y llevaba en la boca algo alargado con un orificio que humeaba.- Yo he mirado a aquella puerta -y señaló el final del vagón- todo este tiempo y nadie la ha abierto desde hace quince minutos. Luego, lógicamente, si tu amigo entró, debe haber ido en el otro sentido.
-Esto... muchas gracias señor, aunque no es mi amigo -desconcertada, Alicia hizo una pequeña reverencia como solía ver en los dibujos de la televisión cuando hablaban con personas importantes y se marchó.

Llegó al principio del vagón y cruzó la puerta. Al otro lado, había un señor preocupado, mirando a todos lados. “Seguro que acaba de ver al conejo por aquí y por eso está así de asombrado” pensó Alicia:
-Disculpe, ¿ha visto a un conejo brincando por este lugar?
-¿Conejo? -el hombre, que descubrió Alicia que tenía ojeras de no haber dormido mucho, ladeó la cabeza, buscando significado a las palabras - ¿Conejo? No, no, no. ¿Dónde está mi Calavera? ¡ésa es la pregunta! Llevo buscándola horas y horas y no la encuentro. ¿Como voy reflexionar entre la vida y la muerta sin una calavera? Niña, si la ves, hazme el favor de traérmela, ¿quieres? Es importante para mí.
Alicia asintió y continuó por aquel vagón, hasta que se encontró a dos gemelos rechonchos que intentaban sentarse en el mismo sitio, empujándose unos a otros.
-¿Qué os pasa? -preguntó inocentemente Alicia
-¿Que qué nos pasa? ¡Que Tarará no me deja sentarme en MI sitio!
-Sabes que eso es mentira Tararí, siempre ha sido MI sitio y sigue siendo MÍO.
Los dos gemelos empezaron pelearse de nuevo, hasta que un hombre de capa larga y negra se levantó del asiento de al lado y dijo con un tono siniestro:
-Por favor, señores, ¿podrían dejar de molestarnos a mi amigo y a mí, si son tan amables? -enseñó al sonreír dos prominentes colmillos. Tararí y Tarará, nerviosos y con la cara pálida, corrieron a sentarse rápidamente – Gracias. -Y volviendo a sentarse con su amigo, que tenía unas muy feas cicatrices en la cara, murmuró– Esto es lo que pasa por viajar con personajes de cuentos de niños.
Un asistente del tren que conducía un carrito de comida vacío soltó una copa de una bebida roja muy espesa en la mesa del hombre de capa larga. Portaba un gorro alto algo desgastado, con una cinta marrón pardo y una etiqueta con el precio. Se dirigió a Alicia y preguntó.
-¿Te has perdido, pequeña?
Por primera vez, Alicia pensó lo que estaba haciendo. Había entrado sin permiso en el tren, ya había arrancado, y ahora vagaba por él buscando un conejo con chaqueta y reloj de bolsillo. ¿De verdad existía ese animal, o eran imaginaciones de Alicia?
-No lo sé... Sí... Estaba buscando a un conejo blanco.
-¿El conejo del que me hablas era blanco?
-Sí... eso he dicho, era un conejo de color blanco.
-No has dicho eso exactamente. No es lo mismo un conejo blanco que un conejo de color blanco. Un “conejo blanco” puede ser un nombre común para designar a una variedad de conejos. Un “conejo enano” no siempre es enano, ¿sabes? Yo tuve uno bastante grande... Pero sí, creo que sé de quién hablas, aquí sólo hay un conejo y seguro que es de quién me hablas. Sígueme... por cierto, ¿cuál has dicho que era tu nombre?
-No se lo he dicho, señor... Además, ¿por qué dice “era” en vez de “es”?
-Tu nombre “era” y “es” el mismo, ¿no? ¿O piensas cambiar ahora de nombre? - la niña negó con la cabeza.- ¿Y bien, cuál es tu nombre, pequeña?
-Alicia, me llamo Alicia, señor -respondió tímidamente
-Me suena mucho, ¿sabes? Pues mi nombre es... bueno, no lo sé, puesto que no me llamo a mí mismo a menudo, pero todo el mundo por aquí me llama Sombrerero, así que será ese. ¿Quieres algo de comer?
-Pero señor Sombrerero, usted no tiene nada en ese carrito que tiene.
-Ya lo sé, Alicia, sólo te he preguntado si querías. El turno de servir comida terminó hace veintitrés segundos. En fin... ¿Quieres encontrar a tu conejo hoy?
El Sombrerero salió del vagón sin esperar a Alicia, y ella lo siguió molesta por su aparente prisa. En la sala siguiente sólo se oían a dos enamorados se hablaban a voces desde un lado al otro del vagón. La vista desde la ventana había cambiado. Alicia miraba ahora a una playa arenosa, bañada por la luz de las estrellas.
-¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la Luna brilla y se respira mejor?
-Oh, Tenorio, Tenorio, ¿dónde estás, que sólo te oigo?
-Aquí, mi bella capuleta, ¡voy hacia tí!
-Por favor, señor sombrerero, vayámonos antes de que empiecen a besarse -suplicó Alicia sin reprimir una mueca de asco.

Llegaron a la sala de máquinas. Alicia, presa del pánico, observó como más allá del conejo y del conductor del tren se extendía un océano inmenso y oscuro, el cual el tren cruzaba sobre unas vías surrealistas colocadas bajo el fondo del mar. Parecía que todo el agua iba a entrar dentro de la habitación, pero extrañamente no era así.
-¿Quién eres tú? -preguntó inquisitivo el conejo
-Mi nombre es Alicia – e hizo la misma reverencia con el el señor de la pipa.- ¿Qué es todo esto?
-”Esto”, pequeña niña – dijo cascarrabias el conejo – es el Tren de la Imaginación. Aquí confluyen todos los personajes importantes por y para haber de la literatura universal... y algunos segundones.
- Conejo, no deberías hablar así de los pasajeros de este tren – regaño el hombre con barba y voz grave y tranquila. Veras pequeña...
-… Alicia
-Encantado, Alicia. Mi nombre es el Capitán Nemo y soy el conductor del Tren de la Imaginación. Verás Alicia, en este tren viajan todos aquellos personajes que han surgido de la imaginación de personas como tú, con curiosidad por descubrir mundos distintos y tener aventuras fascinantes. A mi escritor, por ejemplo, le descubrió su padre al intentar huir en una embarcación para viajar por el mundo, así que tuvo que hacerlo con la mente. Escribió y escribió, y llegó a lugares que nadie se había imaginado. ¡Quién iba a pensar en un barco que se hundía hace casi siglo y medio y descubriría criaturas fascinantes!

En ese momento, una señora alta, rechoncha, con aires de superioridad y una corona de corazones rojos en la cabeza entró en la sala, mirando a Alicia con desprecio.
-¿Quién es esta... cría pequeña?
-Pues... - empezó el conejo con nerviosismo, dando golpes con la pata.- Es Alicia. Subió en la anterior parada buscándome.
-¿Así que buscándote, eh? ¿Dónde está tu pasaporte, enana?
-Yo... no lo tengo, señora.
-¡¿Qué?! ¡Una polizona! ¡Que le corten la cabeza! -dos cartas-guardias armados salieron por la derecha de la Reina Roja. Alicia la rodeó y salió de la habitación.- ¡Que no escape!

Alicia, corriendo a más no poder, era perseguida de cerca por los guardias-cartas. Llegó al último vagón. Cuando entraron sus perseguidores, un hombre mayor se levantó. Vestía una armadura algo oxidada y abollada. Espada en mano, dijo:
-Reo, infante, niños o trabajadores, mi deber como caballero andante es protegerlos de quienes quieren privarlos de su voluntad. ¡Por la libertad! - y embistió contra ellos.
-Pero, mi señor, ¿no ven que son un dos y un tres de corazones? - su compañero intentó que abandonara su causa, pero era inútil. El caballero tropezó y cayó de bruces. Los guardias-cartas, aún extrañados, saltaron por encima, y avanzaron. Alicia abrió la puerta trasera del vagón, y sólo se veía las vías del tren. Los guardias se acercaban. Alicia notaba la brisa en la cara. Sólo le quedaba saltar. Estaba a punto de hacerlo cuando...

-¡Alicia! - gritó su madre. ¡Te has quedado dormida viendo la tele, y encima con la ventana abierta! Apaga el televisor y vete a tu cuarto si quieres dormir.
-Mamá, he tenido un sueño muy raro. Soñaba que perseguía por la calle a un conejo blanco...
-¡Anda, como el cuento de Alicia! -la niña, extrañada, preguntó de qué trataba.- Mi padre me contaba de pequeña un libro sobre una niña que, persiguiendo a un conejo blanco, llegaba en un mundo de fantasía -la madre, se acercó a un estante, y extrajo un libro.- Toma, por si quieres leerlo. Es muy sencillo, no te resultará complicado, y es mejor que estar viendo la tele.

Alicia cogió el libro. En la portada, había un conejo con chaqueta como el que había visto, y a su lado un hombre con un gorro extravagante y una taza de té. Casi imperceptiblemente, el Sombrerero guiño a la niña mientras levantaba la taza.



3 comentarios:

  1. Jaja, un premio muy merecido! El cuento me ha levantado unas cuantas sonrisas :)

    No sé qué decirte en cuanto a libros que comprar, la verdad, no sé tus gustos literarios ni lo que has leído… Aunque si te gusta la ciencia ficción, tal vez dándote una vuelta por las entradas de Sergio L. Palacios en las que recomienda unos cuantos libros de golpe, encontrarás algunos buenos.

    Un saludo!

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  2. Me parece muy buena tu versión de Alicia (uno de mis libros favoritos)

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  3. Gracias Darksapiens y FBM por vuestro apoyo :) Pensaba que se iba a quedar algo soso por la restricción de las normas del concurso (no podían ser más de noventa líneas, y no me daba para desarrollar mucho) pero veo que al final quedó mejor de lo que me esperaba.

    Darksapiens, en cuanto termine de leer los 170 post restantes de mi Google read, me pondré a ver los libros que recomienda Sergio XD

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