lunes, 23 de febrero de 2009

Pesadilla Eterna

He aquí otro de mis relatos. Ya lo he mandado para que participe en el concurso de relatos de mi instituto. Aún así, creo que el final no está muy bien perfilado... ¿Alguién me da una idea de cómo debería ser más... sutil?

Viernes por la mañana. Diluvia en la calle. Suena el despertador. Miro y descubro que son las 7:30. Mi primer pensamiento es: “Mierda, llego media hora tarde al trabajo”. Me levanto y miro por la ventana. El segundo es: “Me empaparé con esta lluvia, tenga paraguas o no”. Voy al baño, abro la llave de agua caliente, pero sale más bien fría. Salgo rápido, congelado, y me atuso el pelo frente al espejo. No tengo muy buena cara. Parece que este no es mi día.

Aún con la toalla liada en la cintura, me dirijo a la cocina llevando a rastras mis piernas. Parece que el pasillo tiene un kilómetro de largo, pero finalmente llego. Me preparo un café bien cargado, mientras recuerdo que no compré pan para mis tostadas. Es igual, ya desayunaré en el trabajo. Empiezo a vestirme y me dispongo a salir a la calle. Salgo al rellano, pero el ascensor no funciona. Y vivo en una sexta planta de un edificio de 9. “Podría haber sido peor”, piensa. Cuando voy a salir, me fijo en el cartel que hay al lado de los buzones, donde aparece escrito: “El ascensor ya ha sido arreglado, disculpen las molestias”. Hoy no es mi día.

Salgo del edificio “El Sueño Eterno” (¡qué nombre más apropiado!), y me doy cuenta de una cosa crucial: llueve a mares, no me he bajado el paraguas y el coche está aparcado tres calles más abajo.  “Es tarde, tendré mucha suerte si no me despiden, y para colmo tengo que subir 6 plantas a por el paraguas”. Tras unos segundos pensando, salgo corriendo hacia el coche.

Cansado, mojado y terriblemente enfadado, me monto en el automóvil y arranco. Cuando entro en la autovía, maldigo durante una hora, mientras me desespero preguntándome por qué los atascos parecen infinitos cuando llueve. ¿A quién se le ocurre coger el coche a estas horas? Por fin llego a mi trabajo. Pero todavía tengo que buscar aparcamiento. Doy al menos dos vueltas a todo el aparcamiento. Creo que aparcaré ahí, aunque esté reservado para minusválidos

Entro en la oficina. Nadie se percata de mí, así que entro en mi cubículo gris y me pongo a ordenar papeles. Me pesan las manos, todo el cuerpo, y mi mente no está muy lúcida que digamos. Al parecer, si se dieron cuenta de mi presencia. La secretaria del jefe me pide que vaya a su despacho. Veamos que quiere esta vez.

Golpeo dos veces la puerta. Alguien al otro lado me indica que entre. Doy dos pasos adelante, cerrando la puerta tras de mí, y observo casi maravillado los decorados de aquel cuarto: una alfombra de piel de oso, madera de roble, cabezas de ciervos… El jefe no ahorra mucho, o gana demasiado.

-Siéntate –ordena una voz grave al final de la habitación semioscura.

Una vez sentado, me vuelve a hablar.

-Señor Gómez, como comprenderá, no podemos permitirnos el lujo en esta empresa de pagar a personas que no trabajan.

-Verá, señor, es que hoy no es mi día…

-¡No diga sandeces! Esto ya no puede ir a más. Desde hoy, señor Gómez, está usted despedido.

“Bueno, era previsible. Eso me calma, pero sigo estando despedido”, me repito mientras recojo las cosas. Desando lo andado, y vuelvo al parking. Al parecer, la policía ha recogido mi coche. ¿Por qué el policía hace HOY su trabajo, y no ayer o antes de ayer, cuando Juan aparcó ahí? No importa, cogeré un taxi. Acabo de darme cuenta de que no me llevé el móvil. Tendré que mojarme allí fuera buscando una parada de taxis. Recuerdo que había una cercana, a unos 50 metros.

Cuando llego espero a un taxi, me pregunto si debería ir a casa o a la estación de policía a recoger el coche. Tendré que ir a la comisaría, por si llueve mañana. Aunque no se a donde iré; estoy despedido.

Doce euros de taxi. Menudo timo. Me bajo, entro en la comisaría, y espero cola. Treinta o cuarenta minutos más tarde, un señor gordo con bigote me señala que me ha equivocado de cola, que la mía es otra más larga situada en la otra punta del edificio. Una o dos horas más tarde, recojo mi coche abonando ciento cincuenta euros.

Monto, y entro otra vez en la autovía. Tras soportar los pitídos de la fila de coches durante más de tres cuartos de hora, puedo correr a gusto con mi coche, hasta que descubro que cuando piso el acelerador sale humo negro y se me avería. Paro en la cuneta. Salgo lloviendo, y me pongo a mirar que le ha pasado a mi coche. No me lo han querido decir, pero le han dado un buen golpe al motor cuando la grúa se lo estaba llevando, y ha fastidiado el refrigerador. Después de decir maldecir a diestro y siniestro, dudo entre hacer autostop, llamar al seguro o ir andando a casa. Tras quince minutos haciendo autostop y el seguro disculpándose porque no pueden llegar a esa zona, opto por la tercera solución.

Estando a tan solo 3 manzanas de mi casa, echo a correr. Por ciencia infusa, tengo la “perfecta” puntería de pisar una losa del suelo suelta, que me llena de barro y agua. Aún empapado, sucio, sudando y estornudando, no paro de correr y correr, pero no por ello dejo de mojarme. 

Al fin llego al portal, saco las llaves y entro. Miro el correo. Las facturas acaban de venir, y eso que estamos a  mediados de mes. Subo las escaleras, luchando contra el cansancio. Una vez que llego arriba, recuerdo que abajo había una cartel donde mencionaba que el ascensor ya está arreglado. No puedo evitar mencionar “mierda” una quinta o sexta vez a lo largo del día.

Entro en mi casa. Me cambio y me ducho. Noto que aún la ducha está fría, pero eso ya da igual. Solo necesito echarme en mi cama a dormir, aunque no haya desayunado.

Suena el despertador. Intento apagarlo, pero le doy al botón de repetir alarma. Son las 7:35 del viernes. Miro por la ventana. El cielo es gris, y está diluviando. Acabo de tener una premonición. Después de eso, creo que será mejor quedarme en cama. Poco antes de perder la conciencia, entiendo a que se debe: estoy tan cansando, que no recuerdo que hace 5 minutos acabo de hacer lo mismo que ahora. No es una premonición: es una pesadilla.

1 comentario:

  1. Estoy Atonito...no por lo interesante del cuento, sino por que...hace no mas algunos meses publique un cuento muy similar

    ( http://zonacosmica.blogspot.com/2008/09/el-capricho-inmortal.html )

    Supongo que las Grandes Mentes piensan Igual xD, Estaria interesante.
    Para lograr tu Objetivo d ehacer algunas situaciones mas sutiles seria bueno que utilizaras algunos terminos o descripciones ams poeticas o no tan Obetivas ^^

    Y pasate por mi Blog, que hace tiempo no te Leo en los Comments, je je je SALUDOS

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