viernes, 27 de marzo de 2009

Una noche cualquiera

He aquí otra de mis obras que no ha mucho tiempo escribí en mis ratos libres para exponerlo ante la clase. Debo aclarar que es anterior a Pesadilla Eterna:

Domingo. Paseo por la calle. Es de noche y llueve a mares, pero no me importa. Rumbo a ninguna parte, diviso a lo lejos un cartel de uno de esos desolados bares que abren hasta el amanecer. Entro intentando pasar desapercibido, pero todo el mundo se percata de mi llegada. Me acerco al camarero y le pido un “Gin Tonic”. En una esquina, unas personas de aspecto no muy amigable me observan y cuchichean, supongo que de mí. Miro el fondo de mi vaso ya vacío, lo dejo en la barra y salgo de aquel lúgubre antro. 


Continúo la calle y, cuando me dispongo a girar a la derecha, una voz se alza sobre el ruido de la lluvia.

-Ese es el tío del bar –grita.

Vuelvo la cabeza, y veo cruzar la acera a los fornidos hombres de aquel local que tanto me miraban.

-A mi amigo no le ha gustado que entraras en nuestro territorio –dice el que parece el cabecilla del grupo, con actitud desafiante.

-¿Y a mí que? –contesto con indeferencia.

Se oyen unas risas, a lo que responde el cabecilla

-Parece que vamos a tener que partirte la cara, tipo duro.

-Inténtalo si puedes –le reto.

 

En ese momento, me lanza un puñetazo. Rápido y para su sorpresa me desplazo hacia su izquierda, desvío su puño y presiono su hombro, a la vez que trastabilla con mi pierna y cae al suelo. Uno de sus amigos se abalanza hacia mí. Le hago un placaje, agarrándolo por el estómago, y lo tumbo junto con el resto de su grupo. En cuanto me percato de mi ventaja, corro y giro la esquina hasta perderlos de vista. En ese mismo momento, al final de la calle aparece otro del grupo, que me apunta con una 5 mm mientras se me acerca y ríe. Freno en seco. Estoy perdido; no veo ninguna salvación. Mi cerebro trabaja a toda velocidad. Si pudiera…

 

- Vamos John, no te quedes durmiendo

Levanto la cabe de me empapado escritorio de un líquido pegajoso. Me veo dentro de un cubículo gris, con un ordenador y una mesa del mismo color.

- Sabes que si el jefe te pilla otra vez  echando la siesta te despedirá –dice el extraño individuo.

 

Mientras el tipo que me acaba de hablar se aleja, yo intento volver a recordar esa emocionante vida a la que escapo de este monótono mundo.

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