martes, 5 de enero de 2010

El terror del silencio

Desviándome un poco más del universal mundo de la ciencia ficción (apenas leo libros que no tengan que ver con esta), he decido adentrarme en el mundo del terror, sobre todo el terror más absurdo y agustioso que se pueda observar, un tema que me dará mil y una razones para escribir...

El dulce olor a algodón de azúcar y las caras risueñas de los niños que por primera vez visitaban el parque de atracciones recién abierto impregnaban el ambiente del nuevo parque de atracciones que acababan de abrir la semana pasada. Pero como todos teníamos exámenes finales hasta el viernes pasado, decidimos aplazarlo hasta hoy sábado. Mi amigo Alejandro y yo acabamos de separarnos del grupo principal. La mayoría quieren montarse en la Gran Caída Libre, la más alta de todo el país, y digamos que a Alejandro no le hace mucha gracia precipitarse al vacío desde más de 50 metros. Así que acordamos que lo mejor sería acercarse a los puestos de chuches, a ver si pillábamos algo.


- Javi, espérame aquí. Voy a entrar al servicio. Ahora vuelvo –y desapareció sin esperar ninguna respuesta.


Es una de las ventajas que Alejandro tiene de ser amigo de un mudo: no tiene apenas nada de lo que discutir. Aunque hubo un tiempo en el que yo hablaba, incluso podría decirse que tenía una voz bastante hermosa para cantar. y es que siempre se me dieron bien los karaokes. Hasta aquel incidente con la sierra de leñador de papá… Aún me duele y me asquea recordarlo. Será mejor dejar el tema.


Mientras reflexiono sobre estas y muchas otras cuestiones mi curiosidad hizo fijarme en un tipo que camina sólo en la distancia. Tiene unos andares algo extravagantes, la ropa que viste es hortera y parece no tener ningún sentido del ridículo. También llama mi atención la enorme tarta de nata que lleva en la mano, sosteniéndola sin mucho cuidado. A pocos pasos de mí, el hombre simula un tropiezo y me lanza el dulce directamente hacia la cara. Cierro los ojos, y noto el cremoso impacto en la nariz, las mejillas, los párpados, la frente y la barbilla, además de la parte de arriba de la camisa. ¡Mi mejor camisa! Cuando consigo quitarme el pastel de la cara, veo al hombre de pie, preocupado, y a un corrillo de gente riendo por lo bajini a nuestro alrededor.


Sobreactuando, aquel “personaje” se lleva las manos a la cabeza con la boca desproporcionadamente abierta, sin emitir ningún ruido, y se dirige a mí para intentar limpiarme torpemente. Yo le aparto con las manos haciendo aspavientos y, sin venir a cuento, intenta parecer que su cara recibe un bofetazo que le hace darse la vuelta. Las risas se hacen notar en el ambiente, y aquel individuo que me lanza un guantazo que esta vez casi soy yo el que se cae al suelo. El público aplaude, como si creyera que se trata de uno de estos espectáculos simulados por todo el parque temático en los que trabajan especialistas, y yo miro con desprecio a aquel individuo que intenta ganarse la confianza de la gente, vete tú a saber para qué. Quizá lo haga por diversión. Sería lo peor que me podría pasar. Se prepara como un boxeador, exagerando su posición defensiva. No para de moverse. Sonríe, guiña a la gente. Y en uno de esos descuidos, lanzo un derecho al vientre que lo dejo en el suelo, tumbado, casi se le escapa un grito de su boca. Una sonrisa pícara cruza mi sombría cara. El público grita con devoción, emocionado por el espectáculo. Con las manos en los bolsillos, camino despacio hacia la pared del servicio para apoyarme un rato, que ya estaba un poco cansado de tanto espectáculo.


Entonces, el dedo de alguien toca varias veces mi hombro, pidiendo mi atención. Me vuelvo, pensando que será algún fan, y en su lugar me encuentro a ese mimo de pacotilla, con cara de psicópata, rodeado otra vez de un corrillo sin otra cosa que hacer que ver manifestaciones genuinas de supuestos actores que interpretan muy buenos papeles. Muy realistas, añadiría yo irónicamente si pudiera hablar, gritar siquiera cuando veo que el hombre mete la mano en su gabardina y saca un cuchillo afilado. Mi cara se estira, mi boca se abre para gritar un “¡ah!” gigante y estremecedor, un “¡ah!” que acabe con esta farsa y alerte a todos los espectadores que están contemplando un vulgar crimen. Pero mi garganta no emite sonido alguno, y el gesto es tomado como una parte ya estudiada de mi guión, predispuesta para convencer al público de que se trata de una escenificada pelea de mimos.


El metal del arma brilla bastante a la luz del Sol de verano, lo suficiente para deslumbrarme. Da un paso adelante y me acuchilla el corazón mientras el público observa con ansia de entretenimiento y grita como lo haría en una película de terror. Me derrumbo en el suelo, y mi asesino sonríe mientras se encoge de hombros, dando a entender “ya que estamos puestos en ello…”. Se agacha y clava varias veces el cuchillo, sujetándome con una mano y realizando un exagerado arco en el aire con la otra. Una, dos, tres, siete clavadas en los pulmones y en el vientre. Con mi último aliento de vida, sin poder moverme, veo la cara sangrienta del mimo, sonriente. Se levanta, se limpia la cara, saluda al público y se inclina. La gente ríe, aplaude y se dispersa.


-¡Fabuloso! Los actores se han currado la función.


-¡Ha estado genial! ¿A que sí, Miguel?


-Bueno… Estuvo bien, aunque se notó bastante que la sangre era salsa de tomate.

5 comentarios:

  1. Me parece buen relato, pero no me convence la frase final. Parece como si la dijeras tú y que, por tanto, todo ha sido uno broma.

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  2. Creo que incluso sobran los tres comentarios de la gente. Acaba perfectamente sin ellos.

    El comentario del otro dia se explica porque en primera lectura rápida puede no recordarse como se llamaba el protagonista, y pensar que era Miguel.

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  3. Lo tomaré en cuenta FBM. Lo más probable es que deje los comentarios (no me gusta tanta acción sin diálogo), pero seguramente añadiré más conversación, como dando a entender que no prestan mucha atención a lo que acaban de ver.

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  4. ¿por qué no acabar con algo así?:

    "Todo se oscurece a mi alrededor. y lejos,... muy lejos... me parece oir un grito de horror."

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  5. Daría a entender que la gente comprende que es un asesinato. Pero lo interesante es que es un asesinato donde no puedes decirle a la gente que es de verdad y que, aunque lo intentaras, seguirían pensando que es parte del espectáculo. Ese "desprecio" es lo que da vidilla al asunto

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