jueves, 25 de noviembre de 2010

25 de Noviembre, contra la violencia de género

"Contra la Violencia de Género" era el tema del concurso de mi instituto. Escribí un pequeño relato en segunda persona, a ver que tal les parece. Se titula Di ahora que miento. P.D.: ¿no tendré que recordar que hoy es el día contra la violencia de género, no? Contra la conversión del amor al odio, del odio a la muerte. Contra las tradiciones retrógradas y estancadas.

Es imposible. Es imposible que no te de una paliza cada semana, y lo sabes. ¿Cuántos días han pasado ya, en los que piensas que el piso no puede estar más reluciente, la comida más sabrosa y tu amor hacia él más impagable? Él siempre llega con olor a tabaco y algo ebrio del trabajo (a menudo te preguntas cómo es que no lo han echado ya), quejándose de todo, en especial de la comida: sosa, salada, demasiado agria o edulcorada... ¿Acaso no te molesta que, cuando caminas con él, se vuelva cada vez que ve a una jovencita de menos de 20 años? ¿Y cuántas veces te echa en cara lo gorda, arrugada y pechoplano que estás, comparándote con su nueva secretaria? No finjas que no estás deseando que se vaya, que se case con esa asquerosa y te deje en paz, que antes sola que mal acompañada. ¿Qué aún te quiere, por eso no se ha ido? ¿A quién intentas engañar? Desnúdate delante del espejo. ¿Cuántos golpes impresos en tu piel eres capaz de contar? Sabes que no puedes seguir así. 

No tienes a dónde ir; es o él o tú. No, claro que no te estoy sugiriendo que lo mates: el acabaría contigo antes de que lo intentases, te lo aseguro. Mira el reloj de la pared. Aún queda más de una hora para que llegue a casa. El teléfono de la salita, rápido. Cógelo, marca 016, espera la señal. “Buenas, ¿con quién estoy hablando?” “Hola, que-quería denunciar a mi marido”. El aborrecedor sonido de la llave entrando en la cerradura de la puerta suena aun más letal que de costumbre. “Cariño, ¡hip!, ya estoy en casa....”. Te observa con el teléfono en la mano. Da igual a quién estuvieses llamando, a saber qué estarías diciendo. Agarra el jarrón donde colocaste el primer ramo que te regaló, ya marchito, el que contiene esas flores que debiste tirar hace ya algún tiempo. Evidentemente, no oyes romperse el jarrón en tu cabeza, ni tampoco la voz que pregunta al otro lado de la línea, ni los insultos de tu marido. Defiéndelo ahora, atrévete a decir que lo hizo por amor.

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