jueves, 12 de julio de 2012

Sincronizando


Aún me quedaba mucho trabajo por hacer. Llevo hora y media, y ya estoy cansado. ¡Estos trabajos de la universidad se me hacen eternos! Miro el reloj, y veo que son las 23:00. Va a ser una noche muuuy larga.

Cansado, me froto los ojos, y vuelvo al lío. Al colocar la mano sobre el papel para escribir (tengo esa manía; no soporto que se mueva el papel), miro de nuevo la hora. ¡No es posible! ¿¡Las 5:45!?
Pero sí... Me levanto, miro por la ventana, y el sol ya cae casi perpendicular sobre el asfalto, brillando sobre el tráfico bullicioso. Vuelvo a comprobar el reloj, y son las 11:27. Esto no me puede estar pasando...

Se abre la puerta lentamente, lo que, inexplicablemente, me sobresalta, y aparece mi padre.
-Hijo, ¿hoy no tienes clase?
-¡Claro que sí papá! Esto es de lo más extraño
-Ehm, no te entiendo bien, Rafa... ¿Te has quedado dormido?
-¡Pero papá, si son las...!
Y, en ese momento en el que miré la hora, todo pareció cambiar. 23:55. Cinco minutos antes de media noche. La habitación se sumía en una penumbra considerable. Ni siquiera la Luna la iluminaba. ¡La Luna! Cuando estaba estudiando caía la luz lunar e iluminaba parcialmente mi habitación, pero ahora no se ve nada... Finalmente, sin esperanza en un alto en el camino, observo detenidamente el reloj. Este se ilumina, y en lugar de la hora, aparece una palabra parpadeante. “Sincronizando”. A los cinco parpadeos, se sustituye por un “OK”, y una voz femenina habla, alto y claro:
-Sincronización completada.

Estoy en una extraña sala. Ovoide. Parece una flor sin abrir.
-Por fin le encontramos, señor Ramirez. Parece que hubo unos problemas con la sincronización...

Estoy de espaldas a alguien. Cuando me vuelvo, los dos nos sorprendemos. Ni yo me esperaba a un científico, mayor, recién afeitado, con bata blanca y portafolios en mano, ni él a un adolescente en pijama.
-¿Qué has hecho con Astidge? -me preguntó, temblando, entre malhumorado y asustado

Antes de que pueda yo preguntar quién era aquella, un hombre alto y fortachón se acercó, con una sonrisa pícara, a decirle algo al oído.
-Ajá... De ahí su falta de sincronización -dirigiéndose a mí-. Disculpe las molestias “jovencito”. Usted no era nuestro viajero. ¡Que pase un buen día!

Y, de nuevo, estaba mirando por la ventana. Compruebo que hora es. Las 23:00. Aún me queda mucho trabajo por hacer.

4 comentarios:

  1. Corto y bueno. Podría ser el comienzo de una novela. "Un adolescente en la corte del rey futuro", por ejemplo.

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  2. Quizás, pero no tanto como tu relato del físico (me fascinó; quería/quiero desde hace tiempo escribir uno parecido).

    Me podría plantear la novela; como Mark Twain murió hace más de 100 años, por derechos de autor no me pueden acusar

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  3. Menudo viaje. La clave está en no mirar la hora. Sencillamente dejarse llevar.
    ¿Astidge? ¿Habrá que desvelar algo acerca de ese nombre, no?
    Un saludo

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  4. Bueno, no he hecho nunca un personaje para continuarlo en otro relato, pero sería cuestión de estudiarlo ;)

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