viernes, 29 de agosto de 2014

Código muerto

Luis, frente a la pantalla, todavía se acordaba de las últimas palabras de su hermano.

A consecuencia del atropello que un descuidado cometió, por prestar más atención a su compañero que a la carretera, su hermano Rafa llevaba postrado ya varios días en la cama. Aunque al principio se albergaba la duda por aquellos pasillos, conforme avanzaba el tiempo esa duda y los informes clínicos eran más exactos, esta se desvanecía: Rafa había sufrido un golpe muy importante bajo la caja torácica, y sus tripas habían quedado machacadas.

Luis pasaba mucho tiempo junto a él, mientras sus padres trabajaban, aunque normalmente lo relevaban por la tarde. Otrora hermano mayor pesado, ahora prestaba su vano apoyo a Rafa, que se pasaba la mayor parte del tiempo escuchando y riendo, pues el dolor le impedía hablar. Así que es normal que, en el último suspiro, Luis estuviese allí, escuchando. Y cuando Rafa notó que la muerte, con gélidos andares, se acercaba, miró a Luis y con una mueca de dolor, suspiró:

- Código muerto… uno… nueve… ocho… uno… -Volvió la cabeza, y ahí acabó todo para él.

De eso hacía ya más de un mes. Ahora, frente al ordenador de su hermano, Luis no sentía mucho entusiasmo. Siempre le había encantado tener un ordenador tan potente y tan sofisticado como el de Luis, que estuvo ahorrando y eligiendo cuidadosamente cada partes esa moderna torre azul eléctrico.

“Código muerto, 1981”, es lo único en lo que pensaba desde hacía días. ¿Qué quería decir? ¿Era alguna clase de juego? Varios días se pasó frente a la pantalla, navegando por la web, hasta que cayó en que el ordenador tenía un buscador propio. Para buscar los archivos dentro del propio ordenador.

Corriendo, escribió “código muerto”, y mientras iba buscando por el ordenador, un archivo apareció. Se trataba de un programa, con un símbolo extraño. Era el de varios rombos, unos dentro de otros, negro sobre rojo. El programa se llamaba “Código muerto”.

Sin pensarlo dos veces, lo ejecutó. El programa abría una pequeña ventana, en negro, que aparecía “Introduzca el código”. “1981”, claro. Lo que ocurrió me sobrecogió.

La pantalla se fue a negro, y luego apareció una imagen. Una persona. No una persona cualquiera: era mi hermano. Aún parecía vivo.

- Buenas. No sé si habrás activado esto por error, pero lo dudo. Supongo que serás Luis, pero no estoy seguro. Gracias por haberlo activado. Lamento que se ponga en funcionamiento, por que significa que he muerto. No, no te asustes, es solo un vídeo que grabé por si acaso. Pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente importante es que este programa, Código muerto, contiene todas las contraseñas a todas mis cuentas. Así es, desde la cuenta de Youtube hasta la del banco. ¿Que qué voy a hacer? Mejor, dicho, qué he hecho. Mientras estás viendo este vídeo, se están publicando mensajes de despedida en mis redes sociales, y cerrando las cuentas, lo que será efectivo dentro de una semana. Ah, y la cuenta del banco también, y el dinero será transferido a la cuenta de Luis, que espero que no haya sufrido ningún percance. Estaba bastante vivo la última vez lo vi -paró para una risa corta, y continuó. Bueno, el caso, no me enrollo más. Muchas gracias por activar el programa. Dejo escrito a continuación mi testamento vital, por si alguien tiene intención en leerlo. Si las personas a las que he cedido las diversas cuentas no entran y cambian la contraseña en una semana, la cuenta desaparecerá, tal y como he dejado escrito. Pues nada, que se diviertan”.

La pantalla se fue a negro y volvió al escritorio, donde se abrió un archivo de PDF con lo que había explicado. Aquella fue la última vez que vi a mi hermano.

1 comentario:

  1. Me parece muy bueno. únicamente tocaría el paso de tercera persona a primera.que imagino no es intencionada.

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