Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta.
Homero, poeta griego (VIII AC-VIII AC)
Es cierto que no llevo el suficiente tiempo como para hablar de vivir fuera de casa. Algunos amigos míos han estado todo un curso fuera, en programas Erasmus universitario. Yo sólo llevo 3 meses, con algunas idas y venidas cada mes. Y aun así, me cuesta adaptarme. Quizás porque sé que no me he ido sólo "por la experiencia" un año, sino para poder formarme y quedarme a trabajar.
Creo que la nostalgia de vivir fuera viene dada por tener que acostumbrarse a una ideosincrasia nueva, a relaciones interpersonal distintas. Bromas, costumbres, formas de hablar, intereses distintos. También es verdad que, conforme avanza el tiempo, más creo que voy a seguir viviendo en Madrid una temporada más larga de la prevista. El máster acaba, y las oportunidades laborales van floreciendo conforme entiendo cómo funciona todo esto.
Creo que es interesante sacar esta reflexión, como consejo a quien tenga que salir de su ciudad, que será lo más normal en esta época que nos toca. Para adaptarse a un nuevo lugar, primero hay que adaptarse a su gente. O buscar en tu entorno gente con la que puedas compartir algo. O salir completamente de tu entorno, y arriesgarse a hacer nuevas cosas sin nadie que te acompañe y conocer a gente. Pero buscar exactamente lo que tenías en tu ciudad, eso es pecar de iluso.
¿Y qué es lo que echas de menos? La familia, los amigos, la mezquita, los patios...
ResponderEliminarSupongo que las relaciones con los demás, que es lo que quería transmitir en la entrada. Las bromas, las complicidades... parece que no, pero varía mucho de un lugar a otro. Parece que uno mismo, al ser un animal social, es también reflejo de su entorno, aunque nos pese.
EliminarPor eso, cuando algunos amigos míos se han ido de Erasmus, no han pasado por esto, porque han buscado coincidir con amigos suyos para irse a la misma universidad, y vivir en el mismo piso.