Al final del ensayo he añadido un esquema conceptual, para dejar más claro mi pensamiento. Sin pinchan en la imagen podrán verla a tamaño completo. Nota: este artículo ha sido actualizado, ya que tuve que remodelarlo para presentarlo en la revista de mi instituto.
EL AUTOENGAÑO
HUMANO:
o el miedo
como guía de la razón
La
libertad de expresión es algo que se valora actualmente y que
caracteriza nuestra sociedad (bien por su presencia, bien por su
ausencia). Es un derecho que consideramos, cuanto menos, inalienable.
Sin embargo, la reinterpretación de ciertas personas de lo que
significa libertad de expresión y pensamiento pone muchas veces en
duda la cohesión entre las personas de una misma sociedad.
Ahora
que he terminado bachillerato, puedo decir que he entendido a las
personas algo mejor, aunque el comportamiento de algunas era un
misterio hace unos años, y en algunos casos lo sigue siendo. No
entendía (ni entiendo muy bien) cómo existen personas tan
soberanamente pasotas, sexistas o racistas aún. Era algo que no
podía plantearme comprender. ¿Por qué los demás van a ser menos
que otra persona, por qué somos egoístas? Y, más profundamente,
¿qué pasa por la cabeza de un egoísta? La gente se queja, sí,
aunque no siempre con motivo. Sin embargo, cuando quieres dialogar
con ellos, te das cuenta de que la mayoría mantienen posiciones
inamovibles o, cuando se han dado cuenta de que no llevan razón,
sueltan alguna bordería para mantenerse incongruentemente en sus
trece. “Hombre, que si estamos en una sociedad democrática, porqué
no va a tener uno libertad de expresión, aunque esté
deliberadamente equivocado”, pensarán.
Creo,
sinceramente, que la realidad es otra. Mucho me temo que los egoístas
no son más que gente con miedo. Y cuando hablo de miedo, no me
refiero a un miedo por monstruos, fantasmas, y la última película
que hemos visto en nuestra casa, a oscuras, por la noche. No, me
refiero miedo a vivir, aceptar la realidad, a admitir que se está
equivocado, un miedo interno insoportable. Porque, de estar
equivocado, habría que cambiar de modo de actuar, habría que
pensar; y, francamente, pensar implica un esfuerzo. Las personas con
miedo a enfrentarse a la posibilidad de estar equivocadas toman
decisiones incongruentes, que solo desde su único punto de vista se
pueden mantener, de ninguno más. Llamémoslas decisiones no
universalizables. En sus propias circunstancias, “tienen sentido”,
pero si les tocase ser otra persona, decidirían algo distinto,
incluso lo contrario. No se podría aplicar para todas las personas,
y se convierten en personas oportunistas. No tienen nada de empatía.
Que
nadie venga a hablarme de relativismo moral ni nada de eso. Mucha
gente con la que vivo tiene miedo de tener que abandonar sus
posturas, de tener que dialogar, ceder, de tener que enfrentarse a sí
mismas. No, pensar es algo que todo el mundo puede, pero que solo
unos pocos quieren. Los que no, cuando hablan, engañan, pero a la
vez intentan autoengañarse. Intentan creerse que tienen razón,
aunque en el fondo, muy en el fondo, saben que se equivocan
rotundamente. Por eso, cuando les razonas que están equivocados, te
dicen “ea, que sí, que lo que tu digas” o “puf, qué pesado
eres”. Lo que sea antes de enfrentarse a sí mismos y decir “estoy
equivocado; me tengo que aguantar, y empezar a pensar de verdad”.
Esto
se materializa en dos defectos muy destacados: la envidia y la
vanidad. Cuando descubrimos que otra persona nos supera en uno u otro
aspecto, podemos tomar dos posiciones predominantes: admiración
(aceptar la realidad, y tomarla en cuenta) o envidia (no aceptar la
realidad). La envidia no es más que una tendencia a nivelar, a
evitar admitir que hay gente mejor en tales o cuales cualidades, a
desprestigiarla para igualarla a nosotros. Y la vanidad viene de la
mano, y es otro paso más en el mismo sentido: es la tendencia a
convencer que somos mucho mejores de lo que realmente somos. “Soy
malo haciendo X, pero eso no tiene ninguna importancia. Soy
fantástico en Y cualidad, que sirve mucho más”. Aunque no nos lo
creamos, lo repetimos como un mantra, autoengañándonos. Nos duele
aceptar la realidad, por eso creamos cortinas de humo para evadirnos.
Y esto, por supuesto, afecta a nuestra manera de relacionarlos en
sociedad.
Aun
así, la solución no es cambiar de opinión por cambiar. Es cambiar
razonadamente. No digo que exista un único punto de vista, sino que
la mayoría de los que mantienen que debe de existir distintos puntos
de vista es porque no quieren asumir las consecuencias de ser
coherente. Ser coherente significa no variar de decisiones según nos
interese. Otro ejemplo: un racista, que opina que las personas
africanas, o simplemente de tez oscura, no deberían estar en su país
(pongamos, en este caso, en España). Pues bien, podríamos
simplificar mucho la diversidad de opiniones sobre la emigración, y
distinguir dos tipos posturas: las universalizables, y las que no.
Una persona que tome posturas universalizables, dirá: “bueno, y si
yo quiero estar en otro país, ¿qué? ¿Por qué me lo tienen que
impedir? Me duela o no, yo no tengo derecho a decirle a estas
personas que se vayan sin ningún motivo. Y si elijo uno, yo también
tendré que acatarlo”. Pero no, no son muchas de las opiniones que
suelo escuchar. Si se defiende el racismo, que sea universalizable.
Es decir, que si estás a favor de echar a alguien de “tu” país
(¿los países pertenecen a uno u otro individuos? Tenía entendido
que eran líneas pintadas en un mapa, por mutuo acuerdo entre varias
sociedades), luego no viajes a otros países de fin de curso, o no
pidas becas para estudiar en el extranjero. Claro, que así, es
bastante difícil ser racista. Al menos, serían personas coherentes
con las que, de una u otra forma, se puede dialogar y llegar a un
entendimiento. No podemos decir “¡que se vaya de aquí!” cuando
la gente llegue a tu país, y cuando somos nosotros los inmigrantes,
defender la libre circulación de personas. Eso es ser hipócrita, y
la gente hipócrita lo sabe. Pero no va a cambiar. ¿Por qué? Por
miedo a admitirlo, y a admitir todas las consecuencias que derivan de
nuestros actos.
Exista
o no una única manera de pensar, hay mucha gente que utiliza como
excusa esto último para esconder sus miedos. La gente quiere vivir
autoengañada, porque es más fácil. Porque no tienes que pensar que
la vida es compleja, ni tener pensamiento crítico siquiera. Solo hay
dos colores: blanco y negro, rojo y azul, y si no eres de unos, lo
eres de otros.
-¿Y
si votamos a otro partido diferente?
-¿Para
qué, si nadie más los vota? Qué idiotez...
-Hombre,
con gente como tú, que se obceca en ver solo dos partidos, no va a
salir ningún otro.
-Qué pesado te estás poniendo. Yo voy a seguir votando al mismo, porque tengo
libertad de decidir, así que respeta mi opinión, ¿quieres?
Sinceramente
hay que ser excesivamente hipócrita para decir esto, y pensar por
dentro “si yo estuviese en su posición, si no estuviese viviendo
donde vivo ahora, como vivo ahora, no pensaría como ahora, pero me
da igual, porque yo estoy en esta parte de la sociedad y ellos en la
otra. Enfrentarnos es ley de vida”.
Y
así nos va. Así que recuerden, cuando oigan cosas estúpidas, sin
sentido, y con argumentos flojos, es porque no quieren saber. Están
engañados, lo saben y les gusta vivir así, con miedo a vivir, sin
pensamiento crítico. Porque pensar es un gran trabajo, habría que
atenerse a las consecuencias de razonar. Pensar, ser flexible pero
argumentar con razones tu postura, se convierte en una distinción
inusual en esta sociedad. Puedes tener la idea más genial del mundo,
pero ¿cuánta gente se va a parar a pensarla de verdad y criticarla
constructivamente? O la van a apoyar sin ni siquiera pensárselo
porque les beneficia, o a reprobarla sin motivo. Ley de vida, dicen.
Muy buena reflexión. Opino como tu.
ResponderEliminar¿Estás seguro de que vas a estudiar física? En todo caso, tienes alma de filósofo.
ResponderEliminarmuy buena tu tesis pero es muy difícil cambiar la mentalidad de todo a un país. Envíala a los periódicos para que el país se de cuenta de como viven. Saludos al nuevo ortega
ResponderEliminarGracias APC! Me alegra saber que no estoy solo // FBM, sí, voy a estudiar física... Pero estudiar una carrera de ciencias, por ejemplo, no significa dejar la literatura a un lado. Asimov escribió sobre un montón de ciencias... y era escritor de literatura también // Pues no creas que no lo he pensado. Quizás, al apartado de "cartas al director" de el 20 minutos... Otra cosa es que me lo acepten por ser largo XD y por ser menor de edad
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