domingo, 26 de mayo de 2013

Nietzsche, ¿de qué demonios hablas?

Más allá del bien y del mal no es la primera obra de Nietzsche (1844-1900) que me leo; tampoco he leído muchas, puesto que es la segunda (la primera fue Así habló Zaratustra). Nietzsche me llamó la atención desde que lo empecé a estudiar en el instituto. Curiosamente, por aquel entonces (apuntes en mano) se me presentaba como un filósofo elitista, antidemócrata, y molesto con la sociedad (de su tiempo).

Pese que no me considero muy desenvuelto en el tema (empecé a leer ensayos el año pasado), si me apetecería contar algunos de los aspectos más llamativos, mejores o peores, de este ensayo en particular, algunos de los cuales dejarán al lector desperdigado, y sin esperanza de conocer lo que Nietzsche quiso plasmar en este libro de (1886). De esta manera, si son ustedes filósofos en potencia, no rediman ningún comentario molesto o contrariado por mi interpretación, al final del post. Y, si no ando mal encaminado, tampoco duden en felicitarme.

Lo que más me gustaría explicar, por encima del libro en sí, es el motivo por el cual se me hizo tan largo y plomizo. Si en Así habló Zaratustra hace uso de este recurso estilístico, en este libro lo explota hasta límites insospechados. Pese a que es uno de mis recursos preferidos (para poesía), admito que me resultó hasta pesado verlo tanto. Esta figura literaria se llama hipálage.

Se lee en el poema XX de Neruda:

Podría escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejos"

¿Dónde está la fuerza de estos versos? En la hipálage. Pues, buscando la melodía mental característica de esta figura, Neruda sustituyó "cielo" por "noche". En eso consiste la hipálage: en trasladar el sustantivo por otro, cercano semánticamente o en el mismo texto.

¿Qué tiene que ver esto con Nietzsche? Pues resulta que el filósofo alemán usa/abusa de este recurso. Así es. Por eso, si estudian ustedes filosofía a nivel muy básica, las diferencias sobre lo que piensa y quiere decir este autor pueden llegar a ser abismales.

La pregunta clave del libro, donde se repite con frecuencia la palabra "aristócrata", elevándola. ¿Apoya Nietzsche las dictaduras? Quien eche una ojeada al libro, sí, puede pensar eso. Y él mismo parece repetirlo a lo largo del libro. Pero no se trata nada más que de otra de sus hipálages. Sabiendo que las palabras son "momificaciones" de conceptos, y engaños, solo las utiliza como un velo, como algo que se puede quitar, retirar, mover y retorcer. En el capítulo  ¿Qué es lo aristocrático?, dice:

Toda elevación del tipo "hombre" ha sido y seguirá siendo siempre una obra de una sociedad aristocrática, de una sociedad que cree en una amplia escala jerárquica y de valores que distingue a los hombres entre sí y que, de alguna manera, prescinde de la esclavitud.

¿Una sociedad jerárquica que prescinde de la esclavitud? A alguien que piense "con palabras", que denote estas y las cargue de fuerza y significado, le debe de molestar esta (aparente) paradoja. ¿Acaso no es la jerarquía aristocrática la excusa de los tiranos sobre los esclavos? ¿No son, pues, los aldeanos del siglo XV los esclavos de sus aristocráticos señores? Nietzsche habla así durante todo el libro. No en vano me ha costado meses leerlos, pues Nietzsche habla con una palabra cuando quiere decir otra distinta. Abundan las hipálages.

Es en ese mismo capítulo donde explica su idea de jerarquía y esclavitud. Sin embargo, este capítulo se halla al final del libro, así que debemos leer sin saber a qué se está refiriendo realmente, hasta llegar a las siguientes líneas.

Equiparar la voluntad propia a la ajena puede llegar a ser, grosso modo, una buena costumbre entre los individuos, siempre que se hayan dado las condiciones para ello (esto es, la semejanza real entre sus cantidades de fuerza [...]. Pero en cuanto intentemos extender este principio e incluso consideremos que es, en la medida de lo posible, el principio fundamental de la sociedad, este se revela como lo que es: la voluntad de negar la vida, un principio de disolución y decadencia.

Es entonces cuando se entiende su idea. Nietzsche solo es antidemócrata en el sentido de que considera que existen personas más capaces que otras: más listas, más fuertes, más valientes, más ingeniosas. En resumen, con más fuerza de voluntad. A su modo de parecer, resulta decadente recompensar igual a los trabajadores que a los vagos, a los tontos que a los listos; al igual que se niega su fuerza de voluntad si se les exige menos a los que pueden dar más de sí. No propone someter a los débiles; simplemente, no medirlos sobre la misma escala.

Nietzsche desplaza nombres, sustantivos, e ideas preconcebidas. Expone nuevas ideas, a través de palabras que connotan ideas antiguas, rompiendo así los esquemas del ensayo y, como resulta obvio, dificultando su lectura para quien no es capaz de deshacerse fácilmente del significado "pegado", "enredado", a cada palabra.

Los ejemplos de hipálages nietzschianas abundan. Dice, en Nosotros los eruditos:

Para tener acceso a un mundo superior hay que haber nacido o, por decirlo más claramente, haber sido criado para él. Solo se tiene derecho a la filosofía - en el sentido más amplio del término - en virtud de la ascendencia; también en este caso son los antecesores, la "sangre", quienes deciden.

¿Se le ha ido la chota a Nietzsche? Todo lo contrario. Lo que dice aquí, para un poeta que lee entre líneas (Nietzsche es, si no me equivoco, uno de los principales poetas alemanes), es que lo importante es el cultivo (criado = cultivado) mental y práctico que uno ha tenido.  Lo que ha sentido, leído y vivido, no lo que "es",   un "ser" platónico y vacío de "accidentes", experiencia. Existe una cita, mal atribuida a Newton, que dice "Si es que he visto más lejos es porque estoy sentado a hombros de gigantes". Eso quiere decir Nietzsche en las líneas anteriores.

Como vemos, se trata de uno de los más complejos filósofos del siglo XIX. No por su filosofía, ya de por sí nada sencilla, sino por expresarse de una manera tan poco intuitiva. Esto se debe, principalmente, a que Nietzsche piensa que las palabras envenenan los conceptos; cosa que no deja de ser otra hipálage. Quien realmente envenena los conceptos son las personas que, con el fin de engañar y ganar a todo coste, mutilan las palabras. ¿O es que la palabra "izquierda" y "derecha" no están más que tullidas en nuestra vida política actual?

En una de las 100 primeras páginas podemos leer otras dos frases:

Los libros que valen para todos son siempre libros malolientes. Llevan impregnados el olor de los individuos pequeños

Dilucidamos entonces el planteamiento del transfondo de estas palabras: es entonces la vida una lucha por mejorar, por dar rienda fuerza a la capacidad que nosotros tenemos para crear, para ser artistas de nuestra vida, huyendo de lo fácil, que es banal y nada arduo de realizar.

Sobre el libro, mi opinión es que dedica mucho tiempo a hablar sobre "patrias" y otros filósofos, y solo el principio y el final a explicar lo importante: su filosofía. Luego, si piensan leérselo, les recomendaría no quedarse con lo primero que lean, intentar averiguar que quiere decir Nietzsche tras cada frase, y saltarse los capítulos sobre naciones. Son capítulos demasiado contemporáneos al filósofo. Pero, sinceramente, para mí pasará algún tiempo antes de que vuelva a coger algún otro libro del filósofo alemán.

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